Caminar atado con tus piernas a las mías no resultó nunca fácil; tropezábamos casi siempre, tanto así que los destrozos en nuestra piel ya se nos hacían cotidianos; mi rodilla terminaba atosigada y crujiente al final del día; ya el doctor nos había advertido que el lazo era una sucesión de nudos incomprendidos, tal como tu, tal como yo; me temo que fue ese día que hicimos y nos deshicimos del amor. Tú con tu fervor precipitado a marineros y capitanes y yo con mi deseo intangible a medusas y sirenas. Las fantasías siempre dieron al mar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario