Habiendo llegado aquel desverbado y famélico lunes, Iván seguía escudriñando en el desenfado del nombre de aquella dama que había conocido con insistente suerte. Pensar en ella era como salir a pasear con un par de lunas desveladoras. Iván nunca se percato de que aquella noche mientras aullaba a destiempo ella apagaría los ojos para soñar con otros fantasmas.
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