No soy quien para nadie y alguien no es nadie para quien no sabe ser.
Sigo mordiendo en mi boca la lengua y mis dientes como hojas secas.
La imaginación sedienta extraña lo cautivo de la luz en sus palmeras.
Una vez dije a una mujer que la amaba y termine haciéndola llorar,
Y desde entonces en mi correspondencia hieden sus versos malditos.
Cabalgué en la ausencia impresentable de los días añorando la niñez,
Hurgando en los recuerdos del sabio fuego que me había hecho suyo
Perdí la fe en los bares hundido en la axila derecha de mi ser,
Y arrastre las palabras conmigo.
Otro día dije a otra mujer que la quería y termine alejándola de mi,
Habiendo sido un huraño febril mostré mis cartas una a una al azar,
El juego había terminado, no cumplí con reglas, violenté el margen,
Perdí por perder.
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